Gritos

 

    Era enero de 1995 y Alcíone tenía poco menos de un mes de haber cumplido sus 14 años. Alcíone era la segunda de seis hermanos. Alcíone vivía lo que se considera una vida tranquila. Sus padres le permitían salir a jugar con sus amigos por las noches. Era inocente y un poco ingenua algunos hasta podrían decir que era algo fácil incidir en ella.

    Siempre fue pequeña, aún más que el resto de sus amigas. Le gustaba usar pantalones cortos, o como le gustaba llamarlos: pasaríos. Todos lo que tenía de diferentes colores y siempre cintas en la parte de abajo. Aunque no quedaba claro cual era el objeto final de estos. Aún se dejaba peinar por su madre, bueno hay que dejarlo claro. Casi nunca se dejaba, como le gustaba decir: «Ya estaba mayor para eso»

    Las clases estaban por comenzar, solo serían un par de días más de diversión. Así que Alcíone al igual que sus hermanos, incluidos la menor que tenía menos de un año,  debían acompañar a sus padres al trabajo, aunque ellos mayormente jugaban entre estantes, vitrinas y productos perfectamente apilados uno sobre otro en lo que para ellos eran torres enormes de algún castillo o montañas en alguna selva tropical a las cuales podían subir y mirar a lo lejos e imaginarse batallas épicas con monstruos, brujas, criaturas mitológicas. Y en alguna ocasión -hacia muchos años- Alcíone y su hermano mayor tuvieron que pelear con un dinosaurio. Alcíone terminó en un refrigerador para ser protegida por su hermano. Aunque es obvio que un refrigerador no la protegería de un dinosaurio, a su hermano le pareció lo mejor.

    Al regresar a casa, Alcíone salió a jugar como de costumbre. Algunos de sus´ hermanos también. Su padre, salió -cómo cada noche- a silbar. Esa era la señal para regresar a casa y Alcíone la conocía muy bien.  Ya eran las diez de la noche. Sus otros hermanos llegaron rápido a casa, mientras que Alcíone tardo escasos dos minutos para entrar. Su padre tuvo que silbar en varias ocasiones para que regresara. Andaría más lejos ese día o simplemente quiso platicar un par de segundos más con alguna amiga.

     Ese noche Alcíone, extrañamente no quería cepillarse los dientes para ir a dormir. Por algún motivo que no quería revelar, ella no quería cepillarse los dientes. Su padre, le llamó la atención en varias ocasiones, pero ella seguía dando largas al asunto. No quería ir a dormir. Al final pudo más el sueño. Quedó tendida en una silla al costado de la cama de sus padres. Las luces ya estaban apagadas cuando el padre se dio cuenta de eso. No supo como había llegado hasta ahí sin que el se percatase.

 

     

    Alcíone tuvo un sueño esa noche. Soñó que unas manos pequeñas salían por los bordes de la cama que compartía con su hermana menor. Aquellas manos se veían áspera, rasposa y trataban de alcanzarla. Incluso podía decirse que pudo ver el brazo entero de una de esas manos. Se despertó con una gran angustia. Lo primero que hizo fue ver si su hermana seguía con ella en la cama. Ahí estaba. Sintió un gran alivio. No sabía como había llegado a su cama. Se sentó de golpe y vio los bordes de la cama, aquellos que no daban a la pared. No vio nada extraño. Quería gritar, pero no quería despertar a su madre por nada. Saco valor de donde no había nada y asomó la cabeza por uno de los bordes. Creyó ver unos dedos que se metían debajo de la cama. Se pregunto, cómo sería posible eso. Mil veces habían movido la cama junto con su madre para pasar la escoba y nunca vio nada extraño.

    Dispuso bajarse de la cama e ir al cuarto de sus padres, pero creyó haber escuchado una risa. O habría sido un susurro. Eso la detuvo. No pudo dormir más esa noche. No supo cuanto tiempo paso despierta. No tenía su reloj cerca. Estaba en la mesa con el espejo frente a la cama, pero al otro lado del cuarto.

    Al fin amaneció, al menos eso pensó Alcíone. Estaba en vela desde que se acostó, al menos eso sentía ella. Estaba extenuada, agotada por no poder dormir. Su madre le pregunto porque no había podido dormir y ella solo le dijo que había tenido una pesadilla, pero no le contó nada. Todo había sido un mal sueño y ya. Se fueron y regresaron.

    Alcíone no salió a jugar ese día, durmió desde el momento en que regresaron. Su madre la despertó para que cenara, aunque su padre no estaba muy de acuerdo. Siempre decía que no era bueno despertar a alguien que estaba dormido si no había un buen motivo. Aunque la cena le pareció a su madre que era motivo suficiente. Alcíone vio su reloj, eran poco más de las siete de la noche. Era temprano, para la hora habitual de dormir. Cenó y ahora no puso ningún pero para cepillarse los dientes. Antes de que sus padres se dieran cuenta se metió al cuarto de ellos. Ahí pasaría la noche.

    Cuando llegó la hora de dormir. Nadie encontraba a Alcíone. Ninguno de sus hermanos la había visto en el parque de la colonia, mucho menos dentro de la casa. Casi podría decirse que nadie se preocupo por ella todo ese tiempo. Su madre la encontró sobre unas almohadas, acostada al lado de una cómoda del modelo 4041 que según el vendedor que se la había vendido era lo mejor por aquellos días. Misma cómoda que su padre había tardado una semana entera en armar. A su madre le pareció muy extraño el comportamiento de Alcíone. Un pensamiento cruzo la mente de su madre. Dormiré con ellas ahora.

    Y así lo hizo. Su padre la pasó nuevamente a su cama. Y su madre acostó a su otra hija en el rincón más cerca de la pared, Alcíone quedó en medio de las dos. Estaba bien protegida sin saberlo. Sus hermanos hacían las últimas bromas de la noche y se reían de alguna ventosidad que alguno había dejado escapar.

    Esa noche Alcíone volvió a soñar. Esta vez las manos no salieron del borde de la cama, había unas en la ventana que daba a uno de los pasajes de la colonia. Las ventanas estaban abiertas y las manos eran pequeñas y lograban atravesar el balcón que las protegía. Luego sintió que algo le tocaba uno de sus pies. Eso hizo que se despertara de golpe. Se incorporó y quedó sentada. Esta vez, estaba segura. Había visto a un niño de unos dos años corriendo por el pasillo. Las manos en las ventanas ya no estaban. Al menos ella no las podía ver. Vio a su madre junto a ella e inmediatamente echo a llorar. Su madre se despertó y por instinto encendió la luz del cuarto. Le habló a su esposo, quien rápidamente llegó al cuarto. Alcíone lloraba de forma extraña. la respiración era como entrecortada. Su padre noto el miedo que tenía.

    Alcíone no podía articular palabra alguna. Solo lloraba de forma descontrolada mientras abrazaba a su mamá y señalaba hacia el corredor. Su papá se giró y fue por el pasillo al cuarto de sus hermanos. Los 3 dormían plácidamente, sin saber nada del asunto. Ajenos a cualquier espanto. Su madre la logró calmar y su padre ya había regresado. La llevaron al cuarto donde la menor de sus hermanas dormía en su cuna, Tenía apenas unos meses de nacida

    Alcíone comenzó a relatar los hechos, como los recordaba. Y terminó con decirle a sus padres sobre el niño caminando el pasillo. Su madre no daba crédito a lo que escuchaba, tampoco lo hacía su padre. Era algo complicado de creer.

    Esa noche Alcíone, sus dos hermanas y sus dos padres durmieron en la misma cama, al menos todas las mujeres de la casa a excepción de la menor que ya estaba en la cuna. El padre durmió en el suelo. Alcíone no quería dormir. Amaneció y nada más pasó. Se fueron y regresaron como si nada hubiese ocurrido la noche anterior.

    Esa noche, Alcíone no quería dormir sola, mucho menos quería dormir con su hermana, era lo mismo que dormir sola. Su única salida eran sus padres, al igual que la noche anterior. Ese día Alcíone le contó a sus padres porque hacía dos noches ella había regresado unos minutos tarde.

    En el parque, por un tobogán de cemento, un deslizadero como le decía ella; habían estado sentadas ella y sus amigas. Platicando, como siempre, hablando de las cosas más banales que podían imaginar, o las más importantes. Todo era según lo viera cada quien. Ese día una de las amigas de Alcíone dijo que había visto a un niño cerca de Alcíone. Era la silueta de un niño. Todas quedaron horrorizadas ante el grito que había lanzado esta niña., pero algo paralizó a Alcíone. Alcíone parecía en un estado catatónico, no movió ni un musculo. Sentía que alguien le tocaba el cabello que bajaba y caía en sus pequeños hombros. Todas sus amigas la dejaron sola. Sola con esa criatura en forma de niño. Estaba casi muerta del miedo y cuando pudo moverse corrió lo más rápido que pudo.

    Horas mas tarde Alcíone no había dormido, aunque se sentía muy cansada. El sueño, al final, se apoderó de ella. No pudo hacer nada contra eso. cayó casi desmayada. Su padre que hasta ese momento había estado sentado al borde de la cama, sosteniendo una lampara en la mano. Se recostó sobre la cama, donde yacían dormidas sus tres hijas y su esposa. Encendió la lampara para alumbrarlas, pero solo contó tres personas.

Comentarios

  1. ¡Necesitamos el 2o capítulo! Otro thriller genial, historia llena de detalles, buen trama y un final que nos deja con dudas. Excelente.

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  2. Me quedo la curiosidad porque solo contó tres

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    1. ¿Contó tres? Si es por los hermanos varones, pues es porque no tienen ninguna influencia en la historia.

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    2. O si es por el final, al momento de que el papá se recuesta en la cama debió de ver a cuatro personas en la cama, la esposa y sus tres hijas, pero solo había tres personas, la madre y dos de sus hijas. Alcíone habia desaparecido.

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  3. En menos de 10 líneas ya dijo el nombre de alcione 3 veces, por q mencionar tanto el nombre??? , Los varones por q tienen poca aparición , tampoco comprendo por q detalla lo de la cómoda 4041 sera q algo no comprendo...

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    1. Pero no se enoje. Es parte de la historia. Ellos no influyen en nada.

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