Luz Silenciadora




Alfredo estaba sentado en su escritorio cuando una mano se posó sobre su hombro, era Melvin. Le estaba invitando a una inauguración sin precedentes en el país. Aunque no le brindó más información de tal evento, a Alfredo le pareció interesante. Le dijo a Melvin que asistiría con gusto. El evento sería en un par de días.

Alfredo salió de su casa y subió al vehículo de Melvin, un último modelo con la mejor tecnología del momento, conducción asistida por inteligencia artificial, toda clase de sensores y por supuesto sin timón. Un vehículo totalmente autónomo. Había bebidas para comenzar a calentar el ambiente. Los acompañaban otras dos compañeras de trabajo. Ana y Rosa. Alfredo se mostraba especialmente interesado en todas las funciones del carro. Preguntaba a Melvin por las cámaras y los sensores, las luces y la gran pantalla que tenía dispuesta en el centro de lo que parecía el tablero de mando. Estaba maravillado por la tecnología y Melvin se sentía orgulloso de si mismo por ello.

Una voz suave y femenina avisaba que el camino llegaba a su fin y que tendrían que continuar la conducción del vehículo de forma manual. Algo que no le parecía para nada a Melvin. Un timón salió de un compartimiento, mientras el asiento de Melvin se giraba a la posición correcta para poder tomar el control del vehículo. Los pedales comenzaron a levantarse del piso mientras Melvin posaba sus manos sobre el timón. Sintió los pedales en sus pies, uno para acelerar y otro para frenar. Continuó su marcha.

Llegaron a lo que parecía un parqueo dispuesto sobre una planada que había sido preparada para tal fin. Un guarda con una tabla con sujetapapeles en la mano los recibió. Chequeó un código QR que le fue mostrado por Melvin. El guarda contó a los invitados dentro del vehículo y les indicó el número del parqueo asignado y su ubicación aproximada. Bajaron del vehículo y caminaron por un sendero iluminado que indicaba el camino a seguir. Encontraron un muro no muy alto que les impedía el paso. El muro parecía hecho con materiales antiguos, como hechos en la era colonial. Rosa le dijo a Alfredo que no veía el final del muro en ambas direcciones, se perdía en las laderas del acantilado. Alfredo giro su cabeza de un lado a otro y confirmo lo dicho por Rosa. Melvin se acerco al muro y pudo ver unas tenues luces que indicaban que el camino continuaba después del muro. Se apresuró a subir y descender hacia el otro lado. Con la ayuda de Alfredo, Rosa y Ana subieron de un costado y Melvin las ayudó a bajar al otro costado.

Continuaron por un camino rustico, pedregoso. Anduvieron unos cinco minutos y comenzaron a escuchar lo que parecía música distorsionada que a cada paso se escuchaba un poco más fuerte. Llegaron a unas gradas. Alfredo pensó que por fin veía algo de civilización. Melvin les dijo: ahora la sorpresa, tengo un apartamento aquí, en Los Acantilados. Con orgullo se llenaba la boca diciendo lo exclusivos que eran y la poca gente que podía darse esos lujos. 

Los apartamentos eran muy llamativos -estéticamente hablando- todos eran muy iguales, grandes ventanas que daban a un patio común al interior del complejo de departamentos. Era como si quisieran que los inquilinos pudieran reunirse todos a la vez. Los apartamentos estaban todos amueblados de igual forma. Lo único que cambiaba eran las fotos y cuadros colgados, los muebles eran los mismos. Sillones de cuero negro, un comedor con sillas de madera y mesa con detalles en vidrio, madera y aluminio. Aunque todo daba un aspecto sobrio y moderno.

Se sentaron todos en la sala. Melvin encendía un estéreo, para amenizar un poco la reunión. Melvin llamó a Alfredo para que le ayudase a llevar bebidas al resto de invitados, le dejó una bebida a Alfredo y luego se sentó en uno de los sofás mientras el mismo sostenía una bebida. Alfredo se integró al grupo poniendo unas chucherías en la mesa del centro. Todo transcurría de forma tranquila.

En un momento se comenzó a escuchar una bulla creciente en el patio común. A pesar de tener cerrada la puerta que daba al mismo. Alfredo se levantó y se acerco al enorme vitral y notó que la gente giraba su mirada al cielo e instintivamente lo hizo el. Vio una luz amarilla en el cielo, caía de este a oeste cruzando todo lo que el enorme vitral le permitía ver. Volvió su mirada a la gente que comenzaba a correr hacia sus casas y cerrar las enormes puertas de vidrio. Pensó en abrir la puerta y averiguar de que se trataba todo, mientras de forma inconsciente puso su mano en la manija de aluminio brillante que adornaba la puerta y se escucho un terrible estruendo. Una por una las puertas se iban rompiendo y se acercaban a donde estaba el. Todo fue tan rápido, la puerta se rompió en mil pedazos por la onda expansiva. No tuvo tiempo ni de cerrar los ojos. Algunos cristales cayeron en sus ojos.

No pudo volver a abrir los ojos, el dolor era insoportable. Se llevo sus mano a la cara, mientras sus compañeros de fiesta se levantaban y se acercaban a tratar de ayudar. Melvin había tirado su bebida a un lado. Ana y Rosa la habían colocado en la mesa de centro. Lo tomaron por las manos y lo llevaron al sillón más grande, lo recostaron. Melvin trato de llamar a emergencias, pero no obtuvo respuesta. No había nadie disponible del otro lado de la línea telefónica. Rosa, trataba de hacer hablar a Alfredo, pero este simplemente no respondía.

Alfredo era incapaz de hablar, no podía articular ninguna palabra ni emitir sonido alguno. La bulla afuera se acrecentó, ya no era un barullo normal. Toda la gente estaba frenética, Melvin salió al patio común a tratar de resolver sus dudas. No encontró ninguna respuesta ni mucho menos encontró sentido a lo que veía. Muchas luces caían del cielo siempre de este a oeste, pero eran mucho menos intensas que la que Alfredo había visto, no había onda expansiva.  Melvin veía como la gente se quedaba en silencio sin más, y algunos se tocaban la garganta. Melvin regresó dentro de su casa, pero ya no pudo pronunciar palabra alguna. Rosa y Ana que aún estaban con Alfredo vieron a Melvin llevar sus manos a su garganta, como intentándose alcanzar las cuerdas vocales desde afuera. Desesperado abría la boca como gritando, pero Ana y Rosa no escuchaban nada. Unos instantes después era Ana la que hacía lo mismo. Rosa lo hizo a los pocos segundos. Alfredo no escuchó nada más.

Comentarios

  1. Esperando con ansias otra historia...!!!

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  2. Espero con ansias la siguiente historia con romance.

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    1. ¿Con romance? No creo ser bueno para escribir romance.

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  3. Si ....con romance tambien...

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